Qué tipo de Aprendiz soy?

Me gustaría compartir con ustedes un ejercicio que hice para el Seminario Hacer Historia. http://www.tenemosunaidea.com.ar/hhbsas.php para ver de qué se trata Hacer Historia.
En esta parte del seminario que trata sobre cultivo de Resiliencia Personal, nos preguntamos qué tipo de aprendiz somos. Buscamos un aprendizaje que haya sido significativo en nuestras vidas y nos hacemos ciertas preguntas. El ejercicio lo recomiendo, es muy interesante. En mi caso el tema de aprendizaje fue el Surf. Espero les guste! Agradecimientos a Juan Carlos Lucas, por hacerme formular estas preguntas!



Cultivando Resiliencia Personal

Ejercicio 1: ¿Qué tipo de aprendiz soy?

Un aprendizaje significativo que he tenido en mi vida, fue poder aprender a surfear. La primera etapa, en la cual no podía adquirir la competencia necesaria para realizar tal actividad, duró algo así como unos 8 años aproximadamente. (Cualquiera se hubiera dado por vencido). Honestamente no tengo palabras para describir las emociones que sentí al haber logrado mi objetivo, no solo por haber alcanzado algo que me había costado tanto (más adelante explicaré por qué), sino además porque surfear es algo distinto a todo lo que uno puede hacer en la vida. Algunos me preguntan, qué se siente cuando vas viajando en la ola. La verdad es que no existe un parámetro de comparación, debes experimentarlo por vos mismo para entender.





Formularse las siguientes preguntas:
¿Qué paso?
¿Cuáles fueron mis emociones antes de aprender?
¿Cómo respondí? ¿Qué aprendí?
¿Cuáles fueron mis emociones después de aprender?
¿Qué consecuencias tuvo ese aprendizaje en mi vida?

Lo que sucedió fue que desde la edad de 11 años, se me cruzó por la cabeza la loca idea de querer surfear. Mi padre fiel a su estilo, me hizo ahorrar mi propio dinero para que comprara la primera tabla. Bastante novato y sin el más mínimo conocimiento sobre el tema, compré una tabla (que era muy rápida para ser usada por un aprendiz). No obstante eso, dado que con mi familia vivimos en capital federal, tuve que esperar ansioso hasta las vacaciones de verano para estrenarla. ¡Ya estaba casi todo listo!
Recuerdo que mis primeras experiencias no eran como me las imaginaba. Había que remar mucho (las corrientes te llevan hacia todos lados) para poder llegar detrás de la rompiente, me costaba mantener el equilibrio acostado sobre la tabla, las olas desde adentro se veían mucho más grandes que desde la orilla; para evitar que la ola que viene de frente te rompa encima o te sacuda mil cien veces llevándote nuevamente hasta la orilla (hay que “filtrarla”, hecho que me llevo años aprender y hacerlo correctamente) entonces había que volver a empezar...
Buscaba el equilibrio acostado sobre la tabla, comenzaba a remar hacia el horizonte, rezaba para que la ola no me parta al medio, y así una y otra vez.
Pero claro todavía faltaba todo lo otro que era, remar la ola en la misma dirección, bajarla y pararse sobre la tabla para surfearla.
Por dentro miles de sensaciones, miedo, fastidio, perseverancia, alegría, desilusión; que iban y venían. Para no extenderme demasiado, esta era mi situación interna que dependía de mí para poder aprender.
Por otro lado, había que rezar que haya olas, pero que no venga sudestada y por todas las peculiaridades que la costa argentina nos regalaba en los 15 días que duraban nuestras vacaciones. Terminado el plazo. Esperaba 12 meses, hasta el próximo verano. Se repetía nuevamente el ciclo una y otra vez.
Con cada nuevo año, perdón con cada nuevo período de práctica por año (15 días) de a poco iba adquiriendo experiencia. Mis familiares quienes siempre me alentaron a seguir intentando, ya empezaban a ver como una molestia el hecho de tener que llevar “otra vez la tabla en el porta equipaje”, y por qué no probas de hacer otra cosa, me decían… Más me lo decían, más crecía mi propio convencimiento de que aunque tarde 100 años, algún día me iba a parar en esa bendita ola. Sabía internamente que lo iba a lograr, mi optimismo siempre me acompañaba, sentía incertidumbre, claro, si el mar es un contexto que está cambiando constantemente, (podes estar pegando las mejores olas, y si cambia el viento o las corrientes, hay que salir, antes que sea demasiado tarde), tenía que adaptarme a cada nuevo escenario.

Elegí responder con perseverancia, cayéndome 1000 veces y levantándome 1001. Intentaba no pensar en el miedo que sentía al ser revoleado por la increíble fuerza del mar.
Elegí conversar con quienes ya tenían experiencia en el mundillo del surf, tomé algunas clases (aunque sabía que para aprender, dependía de la práctica, pero me dieron buenos consejos). Elegí mirar qué era lo que hacía mal, e intentar mejorarlo, durante el año tomaba clases de natación para mejorar mi resistencia física.
Elegí observar más el entorno en el cual debía desenvolverme, aprendí sobre las corrientes, los vientos, la pleamar y la bajamar, sobre la influencia de la luna y la presión atmosférica que ejerce sobre las mareas, analice las series de olas (el mar tira olas en serie, ejemplo: 15 olas, para un rato, vuelve a tirar otras 15 y así sucesivamente) de ese modo entendí que había un momento del tiempo exacto en donde podía entrar y cruzar la rompiente sin cansarme en lo absoluto. Aprendí mucho sobre mí mismo, sobre mis límites físicos y mentales. Entendí que no debía compararme jamás con los demás surferos, (la mayoría locales, con un excelente nivel, que hacían ver todo tan fácil), obviamente el tiempo de práctica de ellos, era muy superior al mío.

Lo que sucedió fue que de a poco, fui aprendiendo a ser uno con la actividad que desarrollaba, todas esas sensaciones que transitaban por mi interior antiguamente, fueron desvaneciéndose. Lo sentía durante mi remada, ya me deslizaba diferente sobre el agua. Era parte del mar, acompañaba su movimiento, entendía cuándo iba a entrar la ola, actuaba instintivamente, hasta que en un determinado momento sin darme cuenta estaba parado surfeando la ola. Que mezcla de sensaciones, por un lado experimentando lo nuevo, eso que es indescriptible, que solo los surferos lo sienten, la adrenalina de bajar la ola a toda velocidad (que adicción!), por otro darme cuenta de que estaba alcanzando algo que llevó mucho tiempo lograr. De saber que no tenía que darme por vencido, de que todo ese esfuerzo valió la pena y de que tenía que seguir mejorando.


Como decía antes creo que la consecuencia que tuvo este aprendizaje en mi vida, es que me ha ayudado a conocerme un poco más a mí mismo. Me hizo dar cuenta que siempre hay cosas por mejorar, que no tengo que creerme experto, que debo ser humilde frente a la inmensidad del océano y respetar dicho entorno. Me ayudó a superar mis miedos, y a conocer mis limitaciones, me hizo entender que lo que antes veía como imposible, no era tan así, que con el esfuerzo y la dedicación apropiada todo se puede lograr. La variable tiempo, en este caso dejó de ser la más importante, si yo tenía que tardar casi 10 años en aprender a hacer eso, por algún motivo sería, cada uno tiene sus propios tiempos de aprendizaje y eso hay que saber entenderlo, muchas veces la ansiedad nos come vivos y nos nubla la visión.

1 comentarios:

Tiporafa dijo...

Excelente post, inspirador y emotivo. Gracias por compartirlo, creo que tus palabras aplican a muchísimas cosas en la vida.

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