Rumbo al gran Océano.

Bueno creo que llegó la hora de compartir algo que desde hace mucho tiempo, tengo guardado en mi interior. Me nacen dudas sobre qué van a pensar de mí luego de leer esto, pero siéntanse libres de pensar lo que quieran.
He estado haciendo una tarea en la cual debo escribir mi historia y hay un antes y un después en mi vida que acá les comparto.

El 20 de enero de 2009, como cualquier día normal de vacaciones, a las 7 PM decidí entrar en el mar a surfear.

Elegí esta foto, (que había sido tomada a la edad de 16 años), porque justamente es muy cercana a la playa en la cual sucedió el hecho que paso a contar.


Con mi hermano y unos amigos, habíamos viajado a la costa por unos días de vacaciones. Como a mi me gusta conectarme con la naturaleza y surfear tranquilo, prefiero entrar en horarios en donde no haya mucha gente en el mar. Luego de algunas horas de estar practicando, comenzaba a anochecer, sentía un poco de cansancio y frío, entonces pensé que lo prudente sería salir del mar.
Al intentar remar hacia la orilla, me doy cuenta que me veía imposibilitado para avanzar en esa dirección, evidentemente la corriente era más fuerte y chupaba hacia adentro. Mi primera sensación fue de miedo, mi corazón comenzó a latir fuerte, pero como no era la primera vez que algo así pasaba, intenté tranquilizarme.
Una vez que las pulsaciones tenían su ritmo normal, pensé en probar nuevamente. Remaba y remaba, pero nada… seguía en el mismo lugar, ya estaba oscuro, hice algunas señas por si alguien me veía desde la orilla, pero no tuve resultados.
Comencé a preocuparme, viví unos momentos en donde mis sentimientos luchaban contra mi mente. Por un lado, sabía que necesitaba estar tranquilo y por otro, inevitablemente me encontraba frente un problema grande, y estaba sólo.
Miré a mí alrededor. Me senté sobre la tabla, los brazos me dolían de tanto remar en vano, por lo que decidí descansar para volver a intentar más tarde. Respiré profundo e intenté de nuevo.
Nada.
Seguía sin poder avanzar. Comencé a contemplar la posibilidad de que “éste podría ser el final”, lo pongo entre comillas porque esa fue la frase exacta que se cruzó por mí mente. Pero como algo me conocía a mí mismo, mi perseverancia, no me dejaría darme por vencido tan fácilmente. Volví a sentarme sobre la tabla, ya se veía poco entre la oscuridad. Entonces pensé que si no podía avanzar con la tabla, debería probar sin ella, intenté nadar de espaldas hacia la orilla, remé durante algún tiempo, luego decidí detenerme para evaluar si había avanzado algo. Grata sorpresa me llevaría. No solo no me había acercado hacia la orilla, sino que (la tabla de surf tiene algo que se llama “pita”, que es un cable que te ata la tabla al tobillo, para no perderla) la pita se había soltado y entonces el mar se había llevado mi tabla hacia la profundidad, en ese momento pensé “qué más me puede pasar ahora”. El segundo pensamiento fue un consejo de mi padre que decía “mientras tengas la tabla, podes flotar, así que no debes preocuparte”, aunque debía nadar hacia adentro del mar para buscarla, respiré profundo y encaré hacia mi nuevo objetivo que era llegar al elemento que me mantendría a flote.
La alcancé y desesperado me abracé a ella. Me detuve a contemplar la oscuridad y sentir el ir y venir de las olas. Luego de haber agotado todas mis posibilidades, mis chances se acotaban. Intenté remar en reiteradas ocasiones, no avanzaba, intenté nadar sin tabla, no avanzaba. Sabía que ese era el final, opté por sentarme sobre la tabla a esperar el momento en que mis fuerzas desaparezcan y caiga. Literalmente me dí por vencido. Recuerdo que me pregunté: “¿así es como me iba a morir?” y me pareció un tanto loco, porque siempre que uno pensaba en la muerte, creía que venía y ya. Que no nos daba tiempo para reflexionar al respecto. Y me encontré a mí mismo, sentado en el lugar que más me gusta estar en la vida (que es en el mar mientras hago surf), esperándola a que me lleve.
Esas fueron mis últimas reflexiones, después de eso, me recosté y honestamente no soy conciente de cuánto tiempo pasó mientras sucedía lo que les voy a contar. Como ya estaba perdido, y no dependía más de mí, me abrí a experimentar lo “imposible”, estaba conectado con todo. Recuerdo que recostado en la tabla comencé a rezar (si bien fui a una escuela católica, siempre busqué las respuestas a mis interrogantes, más allá de la fe), pero en ese momento, no me quedaba más que rezar. Mi mente entró en un estado de paz.

No sé si te pasa toda la vida por delante de los ojos, en ese momento.
Lo que sí sé, es que la primera imagen que se vino a mi mente fue mi hermano. (No lo podía dejar sólo). Después mis viejos, veía a mi familia muy triste, a mi padre conteniendo a mi madre para que no se quiebre por mi muerte. Empecé a viajar y ver cómo sería la “vida” o la “realidad” (como prefieran llamarla) sin mí. Llegaron mis tíos, y mis primos, Sebastian estaba destrozado y Daniela no decía nada. Mis abuelos, tuve miedo por ellos, no los podía ver, sentí lo peor. Algunos amigos los sentía cerca.
Recuerdo que tuve una conversación interior muy profunda, (cerca de esa playa hay una imagen de una virgen llamada Stella Maris, y cuando yo era mucho más chico, mi tía Cristina, me pidió que la acompañe a la procesión de la virgen; en un momento, me dijo “no querés llevar a la virgen unas cuadras?” accedí y algo que me llamó la atención fue que se largó a lloviznar, pero el cielo estaba soleado), algunas imágenes que no puedo explicar venían a mi mente y en una conversación, yo decía “todavía no, que tengo muchas cosas que cambiar allá” ,“dame una oportunidad”, no sentía frío, ni cansancio, nose en donde estaba, algo me dijo “todo lo que toques florecerá…” Sentí mucha paz.
Luego recuerdo algo, conciente o no algo me pasó por encima y me tiró hacia abajo del agua (una ola), di unas cuantas vueltas, y subí a tomar aire, sucedió de nuevo, otra ola me rompió encima y me tiró hacia abajo, hasta que en un momento siento que choco contra el fondo, un clic me iluminó, y pensé, “si choque contra el fondo, no debo estar tan lejos”. Tome aire nuevamente, me metí debajo del agua para calcular a cuanta profundidad estaba, (la tabla ya la había perdido), intenté nadar e impulsarme con las olas en su misma dirección hasta sentir que hacía pie, luego agotado físicamente traté de salir caminando, mis músculos no podían más, llegué a la orilla arrastrándome, me acosté boca arriba, mirando el cielo y respiraba como si nunca hubiera respirado en mi vida, mi pecho se inflaba y nose si reía o lloraba de felicidad. Sentía la brisa que provenía del mar pegando contra mi cara y estaba tan feliz, mis sentidos funcionaban de otra forma, esa brisa fue distinta a todas, estaba más sensitivo. Después miré las estrellas, y eran increíbles, tan hermosas. Sentía la arena.

Hay cosas que honestamente no sé cómo funcionan, y tampoco me preocupa entenderlo, si es que existe un Dios, o si el poder de la mente todo lo puede y todo lo transforma, esas cosas no las voy a discutir. Lo que sé, es que fue una experiencia única, que si bien no se la deseo a nadie, a mi me sirvió muchísimo para crecer y trato de reflexionar acerca de ella y aprender lo más que pueda. En mi vida muchas cosas cambiaron, después de eso, veo la realidad con otros ojos. Pero si había algo que no podía permitir es que esa situación me traume de por vida, y no me deje volver a surfear. Lo primero que hice al día siguiente, fue agarrar la tabla y meterme al mar (Sí obviamente tuve miedo) pero tenía que superarlo para seguir. Esto, no se lo he contado a casi nadie. Matías lo sabe porque me vino a buscar a la playa. Mi padre lo sabe. Mi Madre no. Algunas personas me preguntaron y les conté la experiencia, pero son solo dos o tres. Es algo muy personal, no me perturba compartirlo, pero para entender hay que vivirlo. Probablemente en algunos minutos mi madre se enteré, al leer esto, no sé cómo reaccionará. Por mi parte, está superado.

1 comentarios:

Sofi.- dijo...

Como ya se ha dicho tantas veces, la mejor forma de saborear la vida, es coquetear con la muerte. Me encanto Colo! Al menos ahora entiendo de donde salio ese que yo conoci cruzando la Isla del Sol...
Te quiero!

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