Mi visión respecto de la vida
El gran espejo...
Tarde o temprano te refleja en él.
¿Alguna vez te viste reflejado en otra persona?
¿Lograste ponerte del otro lado? Salir de uno mismo.
Verse a uno mismo, pero en el otro.
Es la oportunidad para experimentar un cambio. Un aprendizaje completo sobre algo. Para tener una comprensión diferente sobre la realidad, que te hace actuar distinto a como lo hacías antes. Una comprensión que te permita tratar con un amor profundo y verdadero al otro, como si entendieras que se trata de uno mismo. Un modo de vivir, en el que el tiempo se desvanece. Solo existe el presente.
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Rumbo al gran Océano.
Bueno creo que llegó la hora de compartir algo que desde hace mucho tiempo, tengo guardado en mi interior. Me nacen dudas sobre qué van a pensar de mí luego de leer esto, pero siéntanse libres de pensar lo que quieran.
He estado haciendo una tarea en la cual debo escribir mi historia y hay un antes y un después en mi vida que acá les comparto.
Elegí esta foto, (que había sido tomada a la edad de 16 años), porque justamente es muy cercana a la playa en la cual sucedió el hecho que paso a contar.
Con mi hermano y unos amigos, habíamos viajado a la costa por unos días de vacaciones. Como a mi me gusta conectarme con la naturaleza y surfear tranquilo, prefiero entrar en horarios en donde no haya mucha gente en el mar. Luego de algunas horas de estar practicando, comenzaba a anochecer, sentía un poco de cansancio y frío, entonces pensé que lo prudente sería salir del mar.
Al intentar remar hacia la orilla, me doy cuenta que me veía imposibilitado para avanzar en esa dirección, evidentemente la corriente era más fuerte y chupaba hacia adentro. Mi primera sensación fue de miedo, mi corazón comenzó a latir fuerte, pero como no era la primera vez que algo así pasaba, intenté tranquilizarme.
Una vez que las pulsaciones tenían su ritmo normal, pensé en probar nuevamente. Remaba y remaba, pero nada… seguía en el mismo lugar, ya estaba oscuro, hice algunas señas por si alguien me veía desde la orilla, pero no tuve resultados.
Comencé a preocuparme, viví unos momentos en donde mis sentimientos luchaban contra mi mente. Por un lado, sabía que necesitaba estar tranquilo y por otro, inevitablemente me encontraba frente un problema grande, y estaba sólo.
Miré a mí alrededor. Me senté sobre la tabla, los brazos me dolían de tanto remar en vano, por lo que decidí descansar para volver a intentar más tarde. Respiré profundo e intenté de nuevo.
Nada.
Seguía sin poder avanzar. Comencé a contemplar la posibilidad de que “éste podría ser el final”, lo pongo entre comillas porque esa fue la frase exacta que se cruzó por mí mente. Pero como algo me conocía a mí mismo, mi perseverancia, no me dejaría darme por vencido tan fácilmente. Volví a sentarme sobre la tabla, ya se veía poco entre la oscuridad. Entonces pensé que si no podía avanzar con la tabla, debería probar sin ella, intenté nadar de espaldas hacia la orilla, remé durante algún tiempo, luego decidí detenerme para evaluar si había avanzado algo. Grata sorpresa me llevaría. No solo no me había acercado hacia la orilla, sino que (la tabla de surf tiene algo que se llama “pita”, que es un cable que te ata la tabla al tobillo, para no perderla) la pita se había soltado y entonces el mar se había llevado mi tabla hacia la profundidad, en ese momento pensé “qué más me puede pasar ahora”. El segundo pensamiento fue un consejo de mi padre que decía “mientras tengas la tabla, podes flotar, así que no debes preocuparte”, aunque debía nadar hacia adentro del mar para buscarla, respiré profundo y encaré hacia mi nuevo objetivo que era llegar al elemento que me mantendría a flote.
La alcancé y desesperado me abracé a ella. Me detuve a contemplar la oscuridad y sentir el ir y venir de las olas. Luego de haber agotado todas mis posibilidades, mis chances se acotaban. Intenté remar en reiteradas ocasiones, no avanzaba, intenté nadar sin tabla, no avanzaba. Sabía que ese era el final, opté por sentarme sobre la tabla a esperar el momento en que mis fuerzas desaparezcan y caiga. Literalmente me dí por vencido. Recuerdo que me pregunté: “¿así es como me iba a morir?” y me pareció un tanto loco, porque siempre que uno pensaba en la muerte, creía que venía y ya. Que no nos daba tiempo para reflexionar al respecto. Y me encontré a mí mismo, sentado en el lugar que más me gusta estar en la vida (que es en el mar mientras hago surf), esperándola a que me lleve.
Esas fueron mis últimas reflexiones, después de eso, me recosté y honestamente no soy conciente de cuánto tiempo pasó mientras sucedía lo que les voy a contar. Como ya estaba perdido, y no dependía más de mí, me abrí a experimentar lo “imposible”, estaba conectado con todo. Recuerdo que recostado en la tabla comencé a rezar (si bien fui a una escuela católica, siempre busqué las respuestas a mis interrogantes, más allá de la fe), pero en ese momento, no me quedaba más que rezar. Mi mente entró en un estado de paz.
No sé si te pasa toda la vida por delante de los ojos, en ese momento.
Lo que sí sé, es que la primera imagen que se vino a mi mente fue mi hermano. (No lo podía dejar sólo). Después mis viejos, veía a mi familia muy triste, a mi padre conteniendo a mi madre para que no se quiebre por mi muerte. Empecé a viajar y ver cómo sería la “vida” o la “realidad” (como prefieran llamarla) sin mí. Llegaron mis tíos, y mis primos, Sebastian estaba destrozado y Daniela no decía nada. Mis abuelos, tuve miedo por ellos, no los podía ver, sentí lo peor. Algunos amigos los sentía cerca.
Recuerdo que tuve una conversación interior muy profunda, (cerca de esa playa hay una imagen de una virgen llamada Stella Maris, y cuando yo era mucho más chico, mi tía Cristina, me pidió que la acompañe a la procesión de la virgen; en un momento, me dijo “no querés llevar a la virgen unas cuadras?” accedí y algo que me llamó la atención fue que se largó a lloviznar, pero el cielo estaba soleado), algunas imágenes que no puedo explicar venían a mi mente y en una conversación, yo decía “todavía no, que tengo muchas cosas que cambiar allá” ,“dame una oportunidad”, no sentía frío, ni cansancio, nose en donde estaba, algo me dijo “todo lo que toques florecerá…” Sentí mucha paz.
Luego recuerdo algo, conciente o no algo me pasó por encima y me tiró hacia abajo del agua (una ola), di unas cuantas vueltas, y subí a tomar aire, sucedió de nuevo, otra ola me rompió encima y me tiró hacia abajo, hasta que en un momento siento que choco contra el fondo, un clic me iluminó, y pensé, “si choque contra el fondo, no debo estar tan lejos”. Tome aire nuevamente, me metí debajo del agua para calcular a cuanta profundidad estaba, (la tabla ya la había perdido), intenté nadar e impulsarme con las olas en su misma dirección hasta sentir que hacía pie, luego agotado físicamente traté de salir caminando, mis músculos no podían más, llegué a la orilla arrastrándome, me acosté boca arriba, mirando el cielo y respiraba como si nunca hubiera respirado en mi vida, mi pecho se inflaba y nose si reía o lloraba de felicidad. Sentía la brisa que provenía del mar pegando contra mi cara y estaba tan feliz, mis sentidos funcionaban de otra forma, esa brisa fue distinta a todas, estaba más sensitivo. Después miré las estrellas, y eran increíbles, tan hermosas. Sentía la arena.
Hay cosas que honestamente no sé cómo funcionan, y tampoco me preocupa entenderlo, si es que existe un Dios, o si el poder de la mente todo lo puede y todo lo transforma, esas cosas no las voy a discutir. Lo que sé, es que fue una experiencia única, que si bien no se la deseo a nadie, a mi me sirvió muchísimo para crecer y trato de reflexionar acerca de ella y aprender lo más que pueda. En mi vida muchas cosas cambiaron, después de eso, veo la realidad con otros ojos. Pero si había algo que no podía permitir es que esa situación me traume de por vida, y no me deje volver a surfear. Lo primero que hice al día siguiente, fue agarrar la tabla y meterme al mar (Sí obviamente tuve miedo) pero tenía que superarlo para seguir. Esto, no se lo he contado a casi nadie. Matías lo sabe porque me vino a buscar a la playa. Mi padre lo sabe. Mi Madre no. Algunas personas me preguntaron y les conté la experiencia, pero son solo dos o tres. Es algo muy personal, no me perturba compartirlo, pero para entender hay que vivirlo. Probablemente en algunos minutos mi madre se enteré, al leer esto, no sé cómo reaccionará. Por mi parte, está superado. Leia Mais…
Cultivando una nueva práctica de lectura.
Ejercicio 2: Cultivando una nueva práctica de lectura.
Reflexión sobre el texto de Fernando Flores. “Leyendo un texto”.
En un primer momento, no hice más que pasar la vista sobre el texto. Luego sentí que debía prestarle mayor atención. Al hacerlo, comprendí que decía mucho, entonces leí detenidamente párrafo por párrafo. Me hizo repensar mi forma de leer. Siempre leí por curiosidad, me interesaba un tema, buscaba un libro y me informaba, eso me llevaba a interesarme en otro, y así sucesivamente. Iba leyendo, pero nunca me pregunté cuáles eran mis intereses (explícitamente hablando) aunque creo que sí inconscientemente.
Estoy de acuerdo con Fernando Flores, en que la lectura es un asunto de diseño de nuestros intereses, nuestras capacidades y de las narrativas que somos.
Hace algunos años, me replanteé aprender a leer. Es decir, me pregunté qué era lo que quería leer. A quien quería leer. Fue un antes y un después en mi vida. Hoy me acuerdo de aquel día, entré en la librería y me pregunté, “bueno por dónde empiezo…” una voz en mi cabeza, dijo: A ver… si en Grecia hubo tantos filósofos, por algo debe ser. Tomé un libro sobre los diálogos platónicos. Creo que aquel día comencé a buscar otro tipo de conversaciones en mi vida. Me empecé a preguntar por qué algunos hombres, se distinguían del resto en la historia de la humanidad. Pensé en leerlos para ver qué tenían para decirme, hablaba con Einstein, el Dalai Lama, Leonardo Da Vinci, Sócrates, mi forma de pensar iba cambiando, creo que inconscientemente estaba buscando en mi vida otro tipo de conversaciones.
El artículo de Fernando Flores, me hizo pensar en cuáles fueron los intereses que me llevaron hacia esas conversaciones. (Los cuales prefiero mantener en mi intimidad). Pienso que de ahora en más debo analizar cuáles son mis nuevos intereses, y diseñar mi lectura en base a ellos, repensar mi forma de leer como la posibilidad de generar nuevas distinciones que me permitan ampliar mis posibilidades de acción y el tipo de conversaciones que podré generar.
Juan cada nuevo ejercicio de Cultivo de Resiliencia Personal, me ayuda muchísimo, quiero agradecerte por ayudarme a seguir mejorando y a responder a mis infinitos interrogantes.
Otro agradecimiento, es para una persona a la cual considero uno de los más grandes Maestros que he tenido en mi vida, Oscar Daniel Chilkowski.
Qué tipo de Aprendiz soy?
Me gustaría compartir con ustedes un ejercicio que hice para el Seminario Hacer Historia. http://www.tenemosunaidea.com.ar/hhbsas.php para ver de qué se trata Hacer Historia.
En esta parte del seminario que trata sobre cultivo de Resiliencia Personal, nos preguntamos qué tipo de aprendiz somos. Buscamos un aprendizaje que haya sido significativo en nuestras vidas y nos hacemos ciertas preguntas. El ejercicio lo recomiendo, es muy interesante. En mi caso el tema de aprendizaje fue el Surf. Espero les guste! Agradecimientos a Juan Carlos Lucas, por hacerme formular estas preguntas!
Cultivando Resiliencia Personal
Ejercicio 1: ¿Qué tipo de aprendiz soy?
Un aprendizaje significativo que he tenido en mi vida, fue poder aprender a surfear. La primera etapa, en la cual no podía adquirir la competencia necesaria para realizar tal actividad, duró algo así como unos 8 años aproximadamente. (Cualquiera se hubiera dado por vencido). Honestamente no tengo palabras para describir las emociones que sentí al haber logrado mi objetivo, no solo por haber alcanzado algo que me había costado tanto (más adelante explicaré por qué), sino además porque surfear es algo distinto a todo lo que uno puede hacer en la vida. Algunos me preguntan, qué se siente cuando vas viajando en la ola. La verdad es que no existe un parámetro de comparación, debes experimentarlo por vos mismo para entender.
Formularse las siguientes preguntas:
¿Qué paso?
¿Cuáles fueron mis emociones antes de aprender?
¿Cómo respondí? ¿Qué aprendí?
¿Cuáles fueron mis emociones después de aprender?
¿Qué consecuencias tuvo ese aprendizaje en mi vida?
Lo que sucedió fue que desde la edad de 11 años, se me cruzó por la cabeza la loca idea de querer surfear. Mi padre fiel a su estilo, me hizo ahorrar mi propio dinero para que comprara la primera tabla. Bastante novato y sin el más mínimo conocimiento sobre el tema, compré una tabla (que era muy rápida para ser usada por un aprendiz). No obstante eso, dado que con mi familia vivimos en capital federal, tuve que esperar ansioso hasta las vacaciones de verano para estrenarla. ¡Ya estaba casi todo listo!
Recuerdo que mis primeras experiencias no eran como me las imaginaba. Había que remar mucho (las corrientes te llevan hacia todos lados) para poder llegar detrás de la rompiente, me costaba mantener el equilibrio acostado sobre la tabla, las olas desde adentro se veían mucho más grandes que desde la orilla; para evitar que la ola que viene de frente te rompa encima o te sacuda mil cien veces llevándote nuevamente hasta la orilla (hay que “filtrarla”, hecho que me llevo años aprender y hacerlo correctamente) entonces había que volver a empezar...
Buscaba el equilibrio acostado sobre la tabla, comenzaba a remar hacia el horizonte, rezaba para que la ola no me parta al medio, y así una y otra vez.
Pero claro todavía faltaba todo lo otro que era, remar la ola en la misma dirección, bajarla y pararse sobre la tabla para surfearla.
Por dentro miles de sensaciones, miedo, fastidio, perseverancia, alegría, desilusión; que iban y venían. Para no extenderme demasiado, esta era mi situación interna que dependía de mí para poder aprender.
Por otro lado, había que rezar que haya olas, pero que no venga sudestada y por todas las peculiaridades que la costa argentina nos regalaba en los 15 días que duraban nuestras vacaciones. Terminado el plazo. Esperaba 12 meses, hasta el próximo verano. Se repetía nuevamente el ciclo una y otra vez.
Con cada nuevo año, perdón con cada nuevo período de práctica por año (15 días) de a poco iba adquiriendo experiencia. Mis familiares quienes siempre me alentaron a seguir intentando, ya empezaban a ver como una molestia el hecho de tener que llevar “otra vez la tabla en el porta equipaje”, y por qué no probas de hacer otra cosa, me decían… Más me lo decían, más crecía mi propio convencimiento de que aunque tarde 100 años, algún día me iba a parar en esa bendita ola. Sabía internamente que lo iba a lograr, mi optimismo siempre me acompañaba, sentía incertidumbre, claro, si el mar es un contexto que está cambiando constantemente, (podes estar pegando las mejores olas, y si cambia el viento o las corrientes, hay que salir, antes que sea demasiado tarde), tenía que adaptarme a cada nuevo escenario.
Elegí responder con perseverancia, cayéndome 1000 veces y levantándome 1001. Intentaba no pensar en el miedo que sentía al ser revoleado por la increíble fuerza del mar.
Elegí conversar con quienes ya tenían experiencia en el mundillo del surf, tomé algunas clases (aunque sabía que para aprender, dependía de la práctica, pero me dieron buenos consejos). Elegí mirar qué era lo que hacía mal, e intentar mejorarlo, durante el año tomaba clases de natación para mejorar mi resistencia física.
Elegí observar más el entorno en el cual debía desenvolverme, aprendí sobre las corrientes, los vientos, la pleamar y la bajamar, sobre la influencia de la luna y la presión atmosférica que ejerce sobre las mareas, analice las series de olas (el mar tira olas en serie, ejemplo: 15 olas, para un rato, vuelve a tirar otras 15 y así sucesivamente) de ese modo entendí que había un momento del tiempo exacto en donde podía entrar y cruzar la rompiente sin cansarme en lo absoluto. Aprendí mucho sobre mí mismo, sobre mis límites físicos y mentales. Entendí que no debía compararme jamás con los demás surferos, (la mayoría locales, con un excelente nivel, que hacían ver todo tan fácil), obviamente el tiempo de práctica de ellos, era muy superior al mío.
Lo que sucedió fue que de a poco, fui aprendiendo a ser uno con la actividad que desarrollaba, todas esas sensaciones que transitaban por mi interior antiguamente, fueron desvaneciéndose. Lo sentía durante mi remada, ya me deslizaba diferente sobre el agua. Era parte del mar, acompañaba su movimiento, entendía cuándo iba a entrar la ola, actuaba instintivamente, hasta que en un determinado momento sin darme cuenta estaba parado surfeando la ola. Que mezcla de sensaciones, por un lado experimentando lo nuevo, eso que es indescriptible, que solo los surferos lo sienten, la adrenalina de bajar la ola a toda velocidad (que adicción!), por otro darme cuenta de que estaba alcanzando algo que llevó mucho tiempo lograr. De saber que no tenía que darme por vencido, de que todo ese esfuerzo valió la pena y de que tenía que seguir mejorando.
Como decía antes creo que la consecuencia que tuvo este aprendizaje en mi vida, es que me ha ayudado a conocerme un poco más a mí mismo. Me hizo dar cuenta que siempre hay cosas por mejorar, que no tengo que creerme experto, que debo ser humilde frente a la inmensidad del océano y respetar dicho entorno. Me ayudó a superar mis miedos, y a conocer mis limitaciones, me hizo entender que lo que antes veía como imposible, no era tan así, que con el esfuerzo y la dedicación apropiada todo se puede lograr. La variable tiempo, en este caso dejó de ser la más importante, si yo tenía que tardar casi 10 años en aprender a hacer eso, por algún motivo sería, cada uno tiene sus propios tiempos de aprendizaje y eso hay que saber entenderlo, muchas veces la ansiedad nos come vivos y nos nubla la visión.
Liderazgo con una mente entrenada.
Luego citaré algunas líneas del libro La senda del Líder, en donde el Dalai Lama nos da su opinión al respecto.
Pelear con el tigre.
Cierta vez, Confucio alabó efusivamente a Yan Yuan por algo que éste había hecho. Zi Lu sintió que el gran maestro no apreciaba suficientemente sus virtudes. Sus celos e inseguridad le hicieron perder la perspectiva de su propia fortaleza. Guiado por estos sentimientos, pidió hablar con Confucio. “Maestro he seguido con atención tu conversación con Yan Yuan y he notado con tristeza que no nos tratas a todos de igual manera”.
Y después, esperando que el maestro reconociera su superioridad para la lucha, le preguntó: “si tuvieras que formar un ejercito, ¿a quien reclutarías? ” . Zi lu estaba convencido de que la respuesta del maestro no podía ser otra que señalarlo a él como el candidato ideal. Pero Confucio le respondió: “No reclutaré a quienes sean capaces de pelear con un tigre sin armas o cruzar el río sin un barco. Elegiré a los que puedan mantener su mente clara ante los conflictos, a quienes no se dejen llevar por sus emociones, sepan cuándo escuchar y cuándo actuar: ésos desempeñarán eficazmente cualquier tarea”.
Por otro lado el Dalai Lama sostiene que si un individuo con el potencial correcto aprende a pensar y actuar con una mente entrenada, su actuación mejorará enormemente.
Confucio nos enseña que aquellas personas que logren mantener su mente clara ante los conflictos lograrán desempeñar eficazmente cualquier tarea, esta enseñanza es de vital importancia para un líder, ya que éste se encuentra permanentemente resolviendo problemas, todos aquellos conflictos que las personas no pueden resolver van a parar al líder. Es por ese motivo que como afirma el Dalai Lama, un líder debe desarrollar la capacidad de hacerse cargo de las inevitables subidas y bajadas, y mantener una mente tranquila, serena y concentrada en todas las circunstancias, incluso las adversas.
Las enseñanzas budistas nos guían sobre cómo buscar la mejor manera de afrontar los problemas, una de ellas se refiere a ocho conceptos universales, que no son más que estados o situaciones por los que todos pasamos, éstos son: crítica y elogio, fracaso y éxito, ganar dinero y perder dinero, ser famoso y no recibir ningún reconocimiento.
En ésta ocasión abordaremos la del fracaso y el éxito.
Cada resultado afortunado es consecuencia de muchas causas que intervienen. La decisión que tomó la persona afortunada pudo haber sido solo una de ellas. Es importante reflexionar acerca de las contribuciones aportadas por otras personas y las restantes circunstancias que han propiciado el éxito. Y, por supuesto, la idea de que alguien alcanzará el éxito en todo cuanto haga es peligrosa, porque puede conducir a la arrogancia y al falso orgullo.
De esta forma vemos cómo un líder con una mente entrenada debería encarar situaciones de éxito y fracaso, pienso particularmente que se debe tener una visión holística de la realidad.
Muchas veces nuestros fracasos se deben a cambios en variables o causas externas, las cuales no contemplábamos o pensamos permanecerían constantes (es decir sin cambios), es necesario permanecer sereno para analizar profundamente cómo en realidad han sucedido los hechos, qué es lo que hay detrás de ellos, qué implicancias tienen los cambios. Ver más allá de la punta del iceberg.
Si por otro lado la propia equivocación es la que llevó al fracaso, éste es el mejor momento para aprender de uno mismo. Está claro que a nadie le gusta equivocarse y mucho menos fracasar, muchas veces ante esta situación (de insatisfacción) no hacemos más que seguir centrados en el problema, esto nos hace perder tiempo (y en este caso estoy de acuerdo con el Dalai Lama, también nos consume energía), creo que lo mejor en dicho momento, es cambiar de actitud, tranquilizarse y pensar en forma positiva. Luego, una vez que nuestro estado de ánimo ha cambiado y pensamos positivamente, el siguiente paso es abrirle la puerta a la creatividad para buscar nuevas soluciones, para romper con el anterior modo de hacer las cosas. Esto implica un aprendizaje constante y un modo de actuar diferente, que rompe con todas las barreras que nos auto imponemos. Si me equivoco, me enfoco en la solución, no en el problema. Pensar en el problema nos bloquea, es como un laberinto sin salida. Pensar en la solución, nos abre nuevas posibilidades, ahorra valioso tiempo y llena de energía para alcanzar nuestros objetivos.